En 2007, lejos de los estadios y las cámaras, Lionel Messi tomó una decisión que marcaría un antes y un después en su vida fuera del fútbol. Inspirado por sus propias experiencias de infancia —cuando debió superar problemas de salud y recibió ayuda para seguir jugando— decidió crear la Fundación Leo Messi, una organización destinada a ofrecer apoyo médico, educativo y social a niños y jóvenes en situación vulnerable.
La idea nació tras visitar un hospital infantil en Rosario, donde escuchó historias de familias que luchaban día a día para conseguir medicamentos o pagar tratamientos. Messi entendió que su fama y recursos podían convertirse en una herramienta para dar esperanza. Así, su fundación comenzó a financiar operaciones, entregar becas escolares, construir centros deportivos y colaborar con hospitales en Argentina, España y otros países.
En estos años, la Fundación Leo Messi ha costeado terapias para niños con enfermedades raras, ha equipado salas pediátricas con tecnología de última generación y ha impulsado proyectos educativos en comunidades desfavorecidas. Lo más sorprendente es que muchas de estas acciones se realizan sin publicidad, lejos de los reflectores, porque para Messi “la verdadera ayuda no necesita titulares”.
Su compromiso se mantiene intacto incluso después de conquistar todos los títulos posibles en el fútbol. A menudo, en lugar de recibir regalos en eventos benéficos, Messi pide donaciones para su fundación. Y en cada entrega, asegura que su mayor trofeo no está en una vitrina, sino en las sonrisas de los niños que han recibido una segunda oportunidad.
Hoy, la historia de la Fundación Leo Messi no solo habla de filantropía, sino también de cómo un ídolo deportivo eligió usar su gloria para cambiar el destino de miles de personas. Una lección silenciosa de humildad y compromiso que, quizá, sea su legado más grande fuera del campo.