El Papa Francisco, una figura que desafió las convenciones y dejó una huella imborrable en la historia de la Iglesia Católica, ha fallecido a los 88 años, marcando el fin de un pontificado que transformó la percepción del papado en el mundo moderno. Su muerte, ocurrida el 21 de abril de 2025, ha sacudido a millones de fieles y líderes de todo el planeta, que lo recordarán no solo por su cargo, sino por su humanidad y cercanía con el pueblo.
Desde su elección en 2013, Francisco rompió esquemas: rechazó lujos, optó por vivir en una residencia modesta y se acercó a los más necesitados, convirtiéndose en el “Papa del barrio”. Su legado incluye un llamado constante a la inclusión, la justicia social y el cuidado del medio ambiente, temas que abordó con una voz firme y compasiva. Sus palabras “¿Quién soy yo para juzgar?” resonaron en todo el mundo, desafiando las normas tradicionales de la Iglesia respecto a la comunidad LGBTQ+.
A lo largo de su pontificado, Francisco enfrentó críticas y controversias, desde su postura sobre los abusos dentro de la Iglesia hasta su relación con líderes políticos. Sin embargo, jamás se escondió de la verdad y pidió perdón donde fue necesario. Su viaje a Irak en 2021, en medio de la pandemia, simbolizó su compromiso con la paz y el diálogo interreligioso, mostrando que su misión iba más allá de las fronteras del Vaticano.
La noticia de su fallecimiento ha llevado a millones a las calles, donde se han encendido velas y se han ofrecido oraciones en su memoria. Francisco no solo fue un líder espiritual; fue un hombre que vivió su fe en acción, un reformador que buscó devolver a la Iglesia a sus raíces, donde la compasión y el servicio al prójimo son primordiales. Su legado perdurará, recordándonos que la verdadera fe se manifiesta en el amor y la cercanía hacia los demás.