**La claustrofobia en un submarino de la Segunda Guerra Mundial: Un viaje aterrador al abismo**
En un inquietante relato de la vida a bordo de submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, se revela la angustiante realidad de un entorno claustrofóbico que desafiaba la cordura de sus tripulantes. Herbert Werner, oficial en cinco sumergibles, describe en su obra “Ataúdes de acero” un espacio tan reducido que los marineros debían caminar en fila india, sobreviviendo en condiciones inhumanas rodeados de un hedor insoportable, combustible y desechos.
La falta de espacio y recursos era abrumadora: un solo retrete para cincuenta hombres, rutinas de “camas calientes” y la escasez de agua que hacía imposible mantener la higiene. Aislados en medio del océano, los marineros enfrentaban no solo las tensiones del combate, sino también el miedo y la ansiedad generados por su confinamiento. La psicóloga Pilar Crespo Fessart advierte sobre los efectos devastadores del encierro prolongado, que podía causar episodios de ansiedad y depresión, exacerbados por la falta de luz y la desconexión con el mundo exterior.
Los comandantes, conscientes de la fragilidad mental de su tripulación, implementaban rutinas estrictas y celebraciones especiales para romper la monotonía. Sin embargo, la tensión podía estallar en cualquier momento, y lo que Werner llama “bles cola” —un pánico absoluto— era un fenómeno común ante el peligro inminente de un ataque submarino.
Este testimonio de la vida en los “ubots” nos recuerda que, bajo la superficie de la guerra, la batalla por la cordura era tan crucial como la lucha contra el enemigo. La claustrofobia, la desesperación y la lucha por mantener la moral en un entorno tan hostil se convierten en un sombrío recordatorio de las atrocidades de la guerra y de la resistencia humana ante la adversidad.