Con lágrimas y música, el mundo entero se detuvo esta mañana para despedir al Papa Francisco, quien falleció a las 7:35 de la mañana en el Vaticano. A los 88 años, Jorge Mario Bergoglio, conocido como el Papa del Pueblo, dejó un vacío indescriptible en los corazones de millones. La noticia de su muerte, resultado de una larga lucha contra la neumonía, se propagó rápidamente, trasladando la tristeza de Buenos Aires a Roma, desde las favelas de Brasil hasta los campos de refugiados en Medio Oriente.
El Vaticano, envuelto en un manto de solemnidad, se convirtió en el epicentro del dolor colectivo. Fiel a su legado de humildad, el Papa Francisco, quien siempre priorizó a los más necesitados, pasó sus últimos momentos rodeado de seres queridos, reflejando serenidad y paz. Su partida no solo desata un torrente de lágrimas, sino también una profunda reflexión sobre su vida dedicada al servicio y a la justicia social.
Desde que asumió el papado en 2013, Francisco rompió con las convenciones, acercando la Iglesia a los marginados y desafiando el poder y el egoísmo. Su encíclica “Laudato Sí” fue una llamada urgente a la acción por el planeta, y su voz siempre se alzó en defensa de los olvidados. En sus últimos días, a pesar de su deteriorada salud, continuó su labor, abrazando a los vulnerables y predicando un mensaje de paz y amor.
Con su fallecimiento, el mundo cristiano y todas las personas de buena voluntad lloran la pérdida de un líder que supo unir y sanar. En la Plaza de San Pedro, miles se congregan para recordar su legado, encendiendo velas y elevando oraciones. “Les dejo la paz”, fueron sus últimas palabras, un eco que resonará eternamente en los corazones de quienes lo conocieron. El Papa Francisco se ha ido, pero su espíritu y su mensaje de amor y misericordia seguirán guiándonos.