Ignacio, el querido burro de Rubby Pérez, ha sido encontrado muerto en la finca que el artista dominicano consideraba su refugio. Su muerte, ocurrida apenas dos días después de la trágica desaparición del merenguero, ha desatado un torrente de especulaciones sobre si pudo haber fallecido de tristeza tras la pérdida de su dueño o si hay algo más siniestro detrás de este suceso.
El hermano de Rubby, quien ha roto el silencio, revela que Ignacio era más que una simple mascota; era su confidente, su alegría y su razón de ser. Una conexión tan profunda existía entre ellos que muchos creen que Ignacio simplemente no pudo soportar la ausencia de Rubby. Testigos afirman que, desde el día del colapso de su amado dueño, Ignacio mostró signos de tristeza extrema, negándose a comer y permaneciendo inmóvil, esperando a que su amigo volviera.
Sin embargo, las circunstancias alrededor de la muerte de Ignacio son inquietantes. El hermano de Rubby descubrió que el agua que normalmente recibía el burro estaba turbia y que las cámaras de seguridad de la finca habían fallado la noche anterior a su muerte, dejando un vacío en la vigilancia que genera sospechas. ¿Podría ser que alguien, movido por celos o resentimiento, haya querido acabar con la vida del burro? La hija de Rubby, devastada por la pérdida, había expresado en varias ocasiones su molestia por el cariño que su padre le tenía a Ignacio, una relación que muchos consideran fuera de lo común.
La finca, antes un paraíso, ahora se siente como un mausoleo, un lugar donde el silencio y la tristeza se entrelazan. La muerte de Ignacio no solo marca la partida de un animal querido, sino que también deja al descubierto una historia de amor, traición y secretos que aún no han salido a la luz. La comunidad está en shock y muchos se preguntan: ¿fue tristeza lo que mató a Ignacio o algo más oscuro? Las respuestas siguen ocultas entre los árboles de la finca, donde el eco del amor perdido resuena con fuerza.