El interés del régimen nazi por el ocultismo ha sido un aspecto menos conocido de su ideología, que se entrelazó con la obsesión por el Santo Grial, la legendaria reliquia asociada a Jesucristo. Desde la década de 1930, destacados líderes del Partido Nazi, como Heinrich Himmler, se sintieron atraídos por mitos antiguos y símbolos religiosos, buscando establecer una nueva iconografía que apoyara su visión del mundo.
Himler, conocido por su interés en el ocultismo, fundó la AC Nerbe en 1935, una organización dedicada a la investigación de reliquias antiguas. Este grupo se enfocó en la búsqueda del Santo Grial, que creían que podría servir como un poderoso símbolo para el Tercer Reich. En su búsqueda, Himmler eligió el Palacio de Wewelsburg en Westfalia como base de operaciones, soñando con convertirlo en un centro de formación para las SS y un lugar de estudio sobre la historia germánica.
La conexión entre el Santo Grial y el nazismo también se vio influenciada por el poema medieval “Parzival” de Wolfram von Eschenbach, que inspiró la ópera “Parsifal” de Richard Wagner, muy apreciada por Adolf Hitler. Además, Otto Rahn, un medievalista que trabajó para las SS, promovió la idea de que el Grial estaba relacionado con los cátaros y otros mitos que el régimen consideraba fundamentales.
A pesar de los esfuerzos sistemáticos, las expediciones para encontrar el Grial resultaron infructuosas. Himmler, obsesionado con la reliquia, continuó buscando incluso después de la muerte de Rahn, quien se había suicidado tras sufrir el desprecio del régimen. La búsqueda del Santo Grial se convirtió en un reflejo de la necesidad del nazismo de legitimar su ideología a través de símbolos místicos.
Aunque el régimen nazi fracasó en su búsqueda del Grial y otras reliquias, su interés por el ocultismo revela una faceta intrigante y oscura de su historia, que combina la política con lo esotérico en un intento de consolidar su poder y justificar sus acciones.