El éxito de Duki, cuyo nombre real es Mauro Ezequiel, es un viaje que se entrelaza con luchas personales y desafíos inusuales. Nacido en 1996 en un barrio pobre de Buenos Aires, su infancia estuvo marcada por la música, con un hogar que, a pesar de sus carencias económicas, siempre apoyó sus sueños. Desde pequeño, Duki se sintió atraído por géneros diversos, especialmente el rock y, más tarde, el rap, influenciado por figuras icónicas que formaron su criterio musical.

Su adolescencia fue tumultuosa; la separación de sus padres lo llevó a abandonar el colegio y a enfrentar la vida adulta prematuramente. En medio de estas dificultades, descubrió el freestyle, una forma de rap que le permitió conectarse con otros jóvenes en competencias que se realizaban en plazas. Con el tiempo, Duki se destacó en estas batallas, lo que le abrió puertas en la industria musical. En 2016, ganó el certamen “Quinto Escalón”, lo que le permitió grabar su primera canción, “No vendo trap”, la cual rápidamente alcanzó un millón de reproducciones.

A medida que su popularidad crecía, también lo hacían las presiones y tentaciones que acompañan a la fama. Duki se sumió en un ciclo destructivo de consumo de sustancias, poniendo en riesgo su salud y su carrera. Sin embargo, tras momentos críticos y el apoyo constante de sus seguidores, decidió retomar el control de su vida. Su regreso a los escenarios fue triunfal, y con el tiempo, su estilo musical evolucionó, abriéndose a colaboraciones con artistas internacionales y explorando nuevos géneros.

Hoy en día, Duki es reconocido como un ícono de la música latina, llenando estadios y reflejando una conexión profunda con su público. Su historia es un testimonio de perseverancia, mostrando que, a pesar de las adversidades, los sueños son alcanzables. Desde sus humildes comienzos hasta convertirse en un artista global, Duki continúa inspirando a una generación, recordando que la verdadera felicidad radica en seguir lo que uno ama.