El 25 de enero de 2010, la vida de Salvador Cabañas, ídolo del Club América y capitán de la selección paraguaya, dio un giro dramático. En un bar de Ciudad de México, el futbolista fue víctima de un ataque a mano armada cuando un individuo vinculado al crimen organizado le disparó en la cabeza. La bala, que se alojó en su lóbulo cerebral izquierdo, puso fin a su prometedora carrera futbolística y lo dejó con secuelas permanentes.
Cabañas había ido al bar esa noche acompañado por su esposa y un cuñado. Según informes, la discusión que llevó al ataque se originó cuando su agresor, José Jorge Valderas Garza, le reprochó por un partido en el que la América había ganado y que supuestamente le había hecho perder dinero en apuestas. Valderas, conocido como “JJ”, estaba ligado a una organización de tráfico de sustancias y fue identificado como el autor del disparo.
A pesar de que el futbolista logró sobrevivir, estuvo en coma durante diez días y sufrió un largo proceso de rehabilitación. Aunque regresó a su hogar con la esperanza de retomar su carrera, nunca volvió a jugar al fútbol profesional. En 2014, intentó un regreso al Deportivo Tanabí de Paraguay, pero se retiró tras solo diez días. En 2022, Valderas fue condenado a 36 años de prisión por el ataque, mientras que otros implicados en el caso han enfrentado procesos judiciales.
Hoy, Cabañas vive alejado del ruido mediático, enfrentándose a una nueva realidad económica y personal. A pesar del dolor y la frustración que ha atravesado, ha encontrado una forma de seguir adelante, incluso perdonando a su agresor. “Lo importante es que estoy vivo”, ha afirmado en diversas entrevistas. Su historia es un recordatorio del impacto que la violencia puede tener en la vida de las personas, así como de la resiliencia que puede surgir en medio de la adversidad.