La hija de Flor Silvestre, la icónica figura del cine y la música mexicana, ha confirmado recientemente los rumores sobre el legado de su madre y el consejo que dejó a su nieta, Ángela Aguilar, antes de su fallecimiento. Este mensaje, lleno de sabiduría y humildad, resuena con la esencia de la vida de Flor Silvestre, quien nació como Guillermina Jiménez Chaboya el 16 de agosto de 1930 en Salamanca, Guanajuato.
Desde pequeña, Flor mostró su amor por la música, influenciada por su madre, quien cultivó un hogar donde la música era parte esencial de la vida familiar. A sus 13 años, comenzó a abrirse camino en el mundo del entretenimiento, y su valentía la llevó a debutar en el famoso teatro del pueblo, donde su poderosa voz cautivó a todos. Con el tiempo, adoptó el nombre artístico de Flor Silvestre, en homenaje a una película de Dolores del Río, y se convirtió en una de las figuras más queridas del país.
A lo largo de su carrera, Flor Silvestre enfrentó tanto triunfos como adversidades, pero siempre mantuvo un espíritu humilde y un profundo amor por sus raíces. Su legado no solo se encuentra en sus memorables actuaciones en cine y música ranchera, sino también en las enseñanzas que dejó a su familia. En sus últimos momentos, le aconsejó a Ángela: “Nunca olvides de dónde vienes y mantén siempre el respeto por tus raíces”.
Flor no solo destacó en el escenario, sino que también formó una familia con el famoso Antonio Aguilar, construyendo juntos un legado que continúa resonando en la música mexicana. Juntos, tuvieron dos hijos que siguieron sus pasos, convirtiéndose en un símbolo de la tradición ranchera.
Aunque se retiró gradualmente de la vida pública en sus últimos años, su música y su historia permanecen vivas en el corazón de sus seguidores, siendo celebradas por nuevas generaciones que descubren su legado. La vida de Flor Silvestre es un testimonio de perseverancia, amor familiar y una pasión inigualable por la cultura mexicana, y su legado sigue inspirando a muchos.