Jean-Claude Van Damme, conocido como el “Muscle from Brussels”, es una leyenda del cine de acción, pero su vida esconde una historia mucho más profunda y sorprendente. Nacido en Bruselas en una familia de clase trabajadora, enfrentó dificultades desde pequeño, incluyendo problemas con el idioma, que superó viendo caricaturas. Su carrera en las artes marciales comenzó a los 10 años, gracias a su padre, quien lo inscribió en una escuela de karate. Sin embargo, lo que muchos no saben es que Van Damme también cultivó una pasión oculta por el ballet, lo que mejoró su equilibrio y flexibilidad, habilidades que serían clave en sus icónicas escenas de acción.
A medida que su carrera despegaba en Hollywood, Van Damme tuvo que lidiar con la dura realidad de la fama. Vivía en su coche, trabajaba en empleos ocasionales y enfrentaba la presión de demostrar su valía en la pantalla. Sin embargo, su perseverancia lo llevó a convertirse en una de las estrellas más destacadas de los años 80 y 90, con éxitos como “Bloodsport” y “Kickboxer”. Su ascenso meteórico, no obstante, fue acompañado de desafíos personales, incluyendo problemas de adicción y tumultuosos matrimonios.
A mediados de los 90, Van Damme luchó contra la adicción a sustancias que afectaron tanto su vida personal como su carrera. Después de varios fracasos matrimoniales y escándalos, fue diagnosticado con trastorno bipolar, lo que le permitió comenzar un proceso de recuperación. Sorprendentemente, su enfoque poco convencional de rehabilitación a través del ejercicio extremo lo llevó a un renacimiento personal y profesional.
Hoy, Van Damme está finalizando una nueva película en Francia, donde no solo actúa, sino que también escribe, produce y dirige. Su legado ha sido reconocido con estatuas en su honor en Bruselas y en Azerbaiyán, recordando su impacto en la cultura pop. Con su regreso triunfal al cine, Van Damme continúa siendo un ícono que inspira a generaciones con su historia de lucha y perseverancia.