La música regional mexicana ha perdido a dos de sus figuras más emblemáticas: Cornelio Reina y su hijo Cornelio Reina Jr. Ambos, que compartieron su talento en el mundo de la música norteña, fallecieron trágicamente a los 50 años, dejando un vacío en la industria que aún resuena hoy.
Cornelio Reina nació en el rancho de Notill, en Parras, Coahuila, donde su vida estuvo marcada por el esfuerzo y la pasión por la música, influenciado por su padre, un talentoso violinista. Su carrera musical despegó en Monterrey, donde se unió al dueto Carta Blanca y, posteriormente, a Los Relámpagos del Norte, donde su distintivo estilo con el bajo 𝓈ℯ𝓍to revolucionó la música norteña.
En 1961, su colaboración con Ramón Ayala catapultó a ambos artistas al éxito, consolidándose como íconos en la música norteña con éxitos como “Ya no llores” y “Ay ojitos.” A lo largo de su carrera, Cornelio Reina también exploró el mariachi, dejando un legado que influenció a generaciones de músicos.
Cornelio falleció el 22 de enero de 1997, dejando tras de sí un legado significativo. Su muerte fue un duro golpe para la comunidad musical, siendo homenajeado en la Plaza Garibaldi y en su ciudad adoptiva, Reynosa, donde su vida y carrera son recordadas con cariño.
Su hijo, Cornelio Reina Jr., continuó el legado paterno pero también enfrentó tragedias: falleció a los 50 años en 2011, tras una lucha por mantener viva la tradición musical familiar. A pesar de su corta vida, dejó una discografía que refleja su compromiso con la música y su esfuerzo por rendir homenaje a su padre.
Hoy, el legado de Cornelio Reina y su hijo perdura a través de sus canciones, mientras que su nieto, Cornelio Reina III, se esfuerza por honrar su memoria y continuar la rica tradición musical familiar. La historia de esta dinastía musical es un recordatorio del impacto que la música puede tener en la vida de las personas y su capacidad para trascender el tiempo.