Los arqueólogos han descubierto los restos de 119 hombres, mujeres y niños más en la “torre de las calaveras” azteca debajo de la Ciudad de México, y se cree que muchos de ellos fueron víctimas de sacrificios humanos.
El nuevo y espantoso descubrimiento se suma a los cientos de cabezas humanas previamente descubiertas en el sitio, que se cree que forman parte del Huei Tzompantli, una enorme variedad de cráneos que infundieron miedo a los conquistadores españoles cuando capturaron la ciudad bajo el mando de Hernán Cortés.
Fue descubierta por primera vez en 2017, pero ahora los expertos han excavado una nueva sección oriental de la torre, junto con la fachada exterior.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia, los restos pertenecen a personas que se cree que fueron guerreros enemigos capturados, mientras que otros podrían haber sido asesinados en sacrificios rituales para apaciguar a los dioses.
Los arqueólogos han descubierto los restos de 119 personas, entre ellas mujeres y niños.
El arqueólogo Barrera Rodríguez dijo: “Aunque no podemos determinar cuántos de estos individuos eran guerreros, tal vez algunos eran cautivos apartados para ceremonias de sacrificio”.
La torre, de 4,7 metros (15,4 pies) de diámetro, está ubicada en la zona del Templo Mayor, uno de los principales templos de la capital azteca, Tenochtitlán, que más tarde se convirtió en la Ciudad de México y que data del siglo XV.
La antropóloga Lorena Velázquez Vallín limpia el reciente hallazgo del extremo oriental y la fachada externa del Huei Tzompantli
Se han encontrado más de 600 cráneos y las autoridades mexicanas lo describen como “uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del país en años”.
‘A cada paso, el Templo Mayor nos sigue sorprendiendo’, afirmó en un comunicado la ministra de Cultura, Alejandra Frausto.
‘El Huei Tzompantli es, sin duda, uno de los hallazgos arqueológicos más impresionantes de los últimos años en nuestro país.’
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia, algunos de los restos podrían haber sido de mujeres y niños asesinados en sacrificios rituales para complacer a los dioses.
En Mesoamérica el sacrificio humano era visto como una forma de asegurar la existencia continua del universo y por eso los expertos consideran que la torre es “un edificio de vida y no de muerte”.
La torre fue descubierta por primera vez en 2017, cuando los arqueólogos encontraron más de 650 cráneos cubiertos de cal y miles de fragmentos en el edificio cilíndrico cerca del sitio del Templo Mayor, uno de los principales templos de la capital azteca, Tenochtitlán, que luego se convirtió en México. Ciudad.
La torre fue descubierta por primera vez en 2017, cuando los arqueólogos encontraron más de 650 cráneos.
El antropólogo biológico Rodrigo Bolaños y la arqueóloga Ingrid Trejo trabajan en el hallazgo de más de 650 cráneos en el Templo Mayor
La torre se encontraba en la esquina de la capilla de Huitzilopochtli, dios azteca del sol, la guerra y los sacrificios humanos.
Los historiadores relatan cómo las cabezas cortadas de guerreros capturados adornaban los tzompantli, o bastidores de cráneos, que se encuentran en varias culturas mesoamericanas antes de la conquista española.
Rodrigo Bolaños, un antropólogo biológico, había dicho en ese momento: “Esperábamos sólo hombres, obviamente jóvenes, como serían los guerreros, y lo que pasa con las mujeres y los niños es que uno pensaría que no irían a la guerra”. .
‘Algo está sucediendo de lo que no tenemos constancia, y esto es realmente nuevo, una novedad en el Huey Tzompantli’.
La torre se encontraba en la esquina de la capilla de Huitzilopochtli, dios azteca del sol, la guerra y los sacrificios humanos.
En un ritual típico, las víctimas del sacrificio eran llevadas a la cima del templo, donde cuatro sacerdotes las depositaban sobre una losa de piedra.
Un quinto sacerdote abriría el abdomen de la víctima utilizando un cuchillo de pedernal ceremonial para atravesar el diafragma y abrir el pecho.
En un ritual típico, las víctimas del sacrificio eran llevadas a la cima del templo, donde cuatro sacerdotes las depositaban sobre una losa de piedra.
El sacerdote agarraba el corazón y lo arrancaba, aún latiendo.
Luego lo colocarían en un cuenco sostenido por una estatua del dios honrado y el cuerpo sería arrojado por las escaleras del templo hasta una terraza en la base de la pirámide.
Para la reconsagración de la Gran Pirámide de Tenochtitlán en 1487, los aztecas informaron que sacrificaron alrededor de 80.400 prisioneros en el transcurso de cuatro días.
Los historiadores creen que esa cifra puede ser una exageración.
