La desapareció, la calcinó y se quedó con todo: así lo cuenta su hijo

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**La desaparición y asesinato de Julieta Fernández Calderón: un crimen atroz que conmociona a Costa Rica**

En un giro escalofriante, la vida de Julieta Fernández Calderón, una respetada exoficial de policía, terminó de la manera más brutal imaginable. Su hijo, quien ha sido su voz en este trágico episodio, revela que su madre fue asesinada entre el 1 y el 14 de junio, desmembrada y sus restos incinerados en una finca, donde solo se encontraron una cabeza y una mano. Este horrendo crimen ha dejado a la comunidad en estado de shock y ha desatado una búsqueda de justicia que no cesará hasta que se haga lo correcto.

Julieta, de 67 años, había dedicado su vida a servir y proteger, superando adversidades como un cáncer de útero y la muerte de su esposo. Sin embargo, confió en la persona equivocada: un hombre de 26 años, Jeremías Martínez Fallas, quien se había convertido en su amigo tras solicitarle un corte de cabello. La relación, que comenzó con buenas intenciones, terminó en tragedia cuando Martínez, aparentemente motivado por la codicia, decidió acabar con la vida de Julieta para apoderarse de sus bienes.

La preocupación del hijo de Julieta comenzó cuando notó errores inusuales en los mensajes de texto que intercambiaba con su madre. Su instinto lo llevó a denunciar su desaparición el 11 de julio, lo que desencadenó una investigación que reveló la horrenda verdad. El vehículo de Julieta fue hallado abandonado, y su cuerpo, desmembrado y oculto, fue encontrado días después.

Martínez, quien se entregó a la policía tras ser identificado como sospechoso, enfrenta cargos de feminicidio. La comunidad se une en un clamor por justicia, recordando a Julieta no solo como una guerrera, sino como una víctima de la crueldad humana. El caso ha abierto un debate sobre la seguridad y la protección de las mujeres en el país, y su hijo ha lanzado el “Código Juli”, una iniciativa para prevenir situaciones similares en el futuro.

A medida que se acerca el juicio, el dolor y la rabia persisten, pero también un firme compromiso de luchar por la memoria de Julieta y asegurar que su historia no sea olvidada. La búsqueda de justicia apenas comienza, y la voz de su hijo resuena con fuerza: “No descansaré hasta que se haga lo correcto”.