Mientras las alarmas geopolíticas suenan en Oriente Medio, el expresidente Donald Trump ha sido captado en reuniones de madrugada, sin descanso aparente. Fuentes cercanas afirman que no ha dormido en más de 24 horas, siguiendo minuto a minuto la escalada bélica entre Irán e Israel. Su entorno político cree que está preparando una respuesta mediática y estratégica para capitalizar la crisis internacional.
En paralelo, Irán continúa con los ataques a territorio israelí, lanzando misiles y drones hacia zonas estratégicas. A pesar de los esfuerzos diplomáticos para contener la violencia, Teherán insiste en que sus acciones son “una respuesta legítima a la agresión”. La tensión aumenta, y cada explosión parece alejar más la posibilidad de una tregua.
Israel, por su parte, ha redoblado su defensa y responde con fuerza. El gabinete de guerra israelí se ha reunido de emergencia varias veces en las últimas horas, y no descartan una operación terrestre. La población civil se encuentra en estado de alerta máxima, con refugios abiertos en varias ciudades.
El mundo observa con preocupación. Europa está dividida, con algunas potencias pidiendo contención y otras respaldando abiertamente a Israel. En América Latina, los gobiernos se muestran cautelosos, mientras Estados Unidos mantiene una postura ambigua. Pero todos coinciden en una pregunta clave: ¿qué hará China?
China, el actor silencioso pero determinante, aún no ha dado un paso claro. Su silencio pesa más que muchas palabras, y tanto aliados como adversarios saben que un simple gesto desde Pekín puede cambiar el equilibrio global. Mientras tanto, el mundo espera… y contiene la respiración.