La muerte del ícono del merengue Rubby Pérez ha desatado una tormenta de revelaciones y conflictos familiares que amenazan con desdibujar su legado. Sulinka Pérez, su hija mayor, ha encendido la chispa de la controversia al exponer secretos familiares en una entrevista explosiva, donde denuncia que su padre no solo fue un gran artista, sino también un hombre con múltiples relaciones y un pasado complicado. “Mi padre no era perfecto, pero su historia no puede ser contada solo por quienes aparecen cuando ya no está”, declaró Sulinka, visiblemente afectada.
La situación se complicó aún más con rumores de un testamento no oficial que podría beneficiar a Ana Beatriz, una hija no reconocida, lo que ha llevado a un conflicto legal inminente. A medida que la familia se fragmenta, nuevos supuestos hijos de Rubby han surgido, reclamando su parte de la herencia, mientras Sulinka se niega a ceder terreno. “No tengo miedo de lo que venga. Lo que estoy diciendo lo viví”, afirmó con determinación.
El drama se intensificó cuando se reveló que el colapso del local donde Rubby perdió la vida fue resultado de negligencias estructurales. Sulinka ha prometido llevar a los responsables a la justicia, mientras la presión mediática crece. “Esto no se trata solo de mi padre, se trata de evitar que otros artistas sufran lo mismo”, dijo, instando a una revisión de la seguridad en los locales de entretenimiento.
Mientras el público se divide entre apoyar a Sulinka o criticar su actitud, la historia de Rubby Pérez se convierte en un debate nacional sobre la verdad y la memoria. La lucha por su legado no solo es una batalla por bienes materiales, sino una lucha por contar su verdad, por dar voz a una familia que ha vivido en silencio. La historia apenas comienza, y el eco de su voz resuena en cada rincón del país, exigiendo justicia y dignidad.