La música regional mexicana ha sido el hogar de numerosas dinastías, entre ellas, los Fernández, Aguilar, Figueroa, Elizalde y Vega. Sin embargo, la historia de Cornelio Reina y su hijo, Cornelio Jr., destaca por su trágico desenlace. Ambos compartieron su talento en el auge de sus carreras en la música norteña, pero su legado se vio abruptamente interrumpido al fallecer a los 50 años.
Cornelio Reina nació en el rancho de Notill, en Parras, Coahuila, en un entorno marcado por la simplicidad y el trabajo duro. Desde joven mostró interés por la música, influenciado por su padre, un virtuoso del violín. A los 16 años, comenzó a tocar el bajo 𝓈ℯ𝓍to, instrumento que se convertiría en central para su carrera. Su trayectoria musical despegó al unirse a Juan Peña, formando el Dueto Carta Blanca y, posteriormente, Los Relámpagos del Norte, donde su voz y su estilo innovador dejaron huella en la música tejana.
Cornelio Reina alcanzó el éxito con canciones como “Ya no llores” y “Ay ojitos”, consolidándose como una figura clave en la música norteña. Su carrera se expandió hacia la actuación, participando en películas y grabando con mariachis, lo que le permitió conectar con una audiencia más amplia. Sin embargo, su vida se apagó el 22 de enero de 1997, en la Ciudad de México, debido a complicaciones de salud, dejando un vacío en el mundo de la música.
Tras su muerte, la tragedia continuó con el fallecimiento de su hijo, Cornelio Reina Jr., el 5 de agosto de 2011, quien también buscó continuar el legado familiar. A pesar de sus luchas, lanzó varios álbumes y participó activamente en eventos, preservando las tradiciones musicales que heredó.
El legado de los Reinas sigue vivo en la memoria de sus admiradores y en la música que dejaron atrás. Su influencia perdura no solo en la música norteña, sino también en las generaciones futuras que continúan honrando su memoria.