La autopsia de Valeria Afanador, una niña cuya trágica muerte ha conmocionado a la nación, revela un horror inimaginable que exige respuestas inmediatas. Los forenses han confirmado signos de violencia extrema, incluyendo marcas de estrangulamiento y evidencias de abuso 𝓈ℯ𝓍ual, lo que plantea un oscuro relato de sufrimiento y resistencia.
El cuerpo de Valeria fue ingresado a la sala de autopsias en medio de un silencio sobrecogedor, donde cada hallazgo se convirtió en una prueba judicial irrefutable. Las marcas en sus brazos y piernas, visibles bajo el frío y duro resplandor del quirófano, indican que la niña luchó con desesperación por liberarse de su agresor. Las huellas de presión en su cuello son testigos de un estrangulamiento manual brutal, una forma de asesinato que no deja lugar a dudas: Valeria fue asesinada de manera cruel y personal.
Los forenses, en un ambiente cargado de tensión, documentaron cada detalle, desde los hematomas hasta las lesiones compatibles con violencia 𝓈ℯ𝓍ual. El hallazgo de lesiones en la región genital confirma que Valeria no solo fue víctima de un homicidio, sino de un ultraje que ocurrió mientras aún estaba viva, consciente del dolor que le infligían.
El informe final es devastador: asfixia mecánica por compresión cervical, estrangulamiento manual. Palabras frías que sellan el destino de una niña cuya vida fue apagada por manos despiadadas. Este documento no es solo un expediente médico; es la voz de Valeria, un eco que clama por justicia.
Con la autopsia completada, la urgencia de identificar al responsable se intensifica. La comunidad exige respuestas, y la presión sobre las autoridades para resolver este caso se vuelve ineludible. La historia de Valeria, marcada por el horror, no debe ser olvidada. Su memoria debe convertirse en un símbolo de lucha por justicia en un mundo donde la violencia contra los inocentes no puede ser tolerada.